jueves, 30 de octubre de 2008

Días

Le digo que estoy bien, que sólo ha sido un mal día, que he tenido mucho trabajo,
que, por sobretodo, no se preocupe, que no estoy deprimido.
Sí, le digo, sé que estoy fumando más de la cuenta,
-es la ansiedad- esgrimo como escusa.
No, no soy un inconsciente. Jamás te abandonaré. Tranquila.
No, no estoy mal, o eso creo -pero no demuestro duda-.
Tomo el frasco de pastillas e ingiero mi dosis diaria de ravotril.
El sueño me acorrala.
No puedo dormir. Ya es tarde.
Me levanto, silenciosamente.
Me apoyo en el marco de la ventana de mi departamento, en el 17º piso.
Miro al cielo, está muy clara la noche y la luna se esconde entre nubes aisladas.
Abajo, un grupo de jóvenes gritan y se emborrachan.
Parecen felices. Los odio. O eso creo.
De pronto me siento liviano, ya no veo nada, sólo escucho un ruido infernal.
Abro los ojos, el despertador suena hace rato.
No me siento bien ni apesadumbrado.
Me levanto. Debo ir a trabajar.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola
La clara descripciòn de este texto habla de un ser muy vulnerable...

¿Què sentirà esa mujer del personaje al escuchar, quedate tranquila, no te abandonarè, cuando la verdad es que su compañero es tan inestable?

Buen dìa...

Vicios y literatura dijo...

¿Y qué es, me pregunto yo, ser inestable? O mejor: ¿Quiénes son los estables? ¿Quién tiene la palabra para dar un consejo, para negarlo? ¿Es el narrador de este relato un ser inestable? No lo creo, es más, pienso que hay agallas y cojones para decir cuán horrible es el sonido de un despertador en una mañana gris.

Milay dijo...

bueno, parece que estaba mejor al comienzo, cuando por lo menos sentía algo...
Y por la mañana dejó de ser interezante.

vb dijo...

el tedio de la rutina.
nadie escapa!