
“Estoy perdida”. Esa fue la respuesta que siempre recibí de la máquina contestadora y con la que me debí conformar cada vez que llamé a Magdalena. Obviamente sentí mucha curiosidad y aboqué todo el tiempo que me restaba en hallarla.
En aquella época tenía la vitalidad y energía propia de un joven.
Decidí, puerilmente, no recurrir al procedimiento habitual de búsqueda de alguien extraviado, ya que, después de todo, en esa época estaba con vencido que las malas noticias siempre serían las primeras en llegar. Pero, ¿cómo hallarla?
Perdida, esa palabra me persiguió. ¿Dónde se había metido Magdalena?, ¿estaba perdida física, sicológicamente o ambas? La verdad es que nunca pensé que la inhumana respuesta de una máquina desataría en mí tanta inquietud ni jamás sopesé el real significado que tan solo una palabra podría cobrar.
Recorrí todos nuestros lugares de encuentro. Desde pizzerías hasta cines, desde bares a moteles. Ningún rastro de ella. Luego, cuando la bendita fortuna golpeó mi puerta y obtuve un suculento premio por un cuento, que relataba lo que me estaba pasando, gasté todo mi dinero en buscarla por todos lados, pero no encontré nada, ninguna señal, nadie había oído su nombre.
Al regresar a Chile contacté a su familia, a pesar de que sabía las fuertes desavenencias que tenían. Y tal como lo imaginé, su madre no tenía idea y tampoco le importaba saber su paradero, mientras que su padre estaba internado por alcoholismo desde hacía un año.
“Siempre está borracho, lo odio, es repugnante, ojalá se muera de una buena vez”, decía Magdalena cada vez que hablábamos sobre su familia. Era hija única, pues para sus padres siempre había sido un infortunio; un desagradable accidente.
Así me pasé la vida, buscando a Magdalena, hasta hoy, ya viejo. Todo giró súbitamente cuando una tarde de otoño extrañamente golpearon la puerta, y yo cada sábado lo paso solo, leyendo y tomando una buena siesta. Estoy muy cansado.
El cartero me entregó un sobre cuyo remitente decía simplemente Magdalena, omitiendo su procedencia; tampoco contaba con una estampilla.
Apoyado en el dorado mango de mi bastón de roble, caminé cansinamente hacia mi refugio, el escritorio de mi estudio; mi mundo. Antes de abrir la carta, miré detenidamente la única foto que conservaba de Magdalena. Hoy ya el tiempo la destiño, del color de la juventud, pasó al cepia de la vejez, pero aún se apreciaba cuán bella lucía, con el pelo desordenado, por las manos juguetonas del viento, con esa sonrisa tan genuina que me emocionó hasta las lágrimas. Sequé cada surco de las arrugas que hoy pueblan mi rostro. Mientras que Magdalena me observaba fijamente desde un pasado ya perdido.
Lentamente comencé a abrir la carta, la abrí cuidadosamente y me topé con una bella letra manuscrita, pero el papel me arrojó el peor de los mensajes.
“Amor, te extraño. ¿Dónde estoy?“
Ya no la busqué más, pues supe que, a pesar y después de todo, siempre estuvimos juntos, ambos pasamos nuestras vidas completamente perdidos.
En aquella época tenía la vitalidad y energía propia de un joven.
Decidí, puerilmente, no recurrir al procedimiento habitual de búsqueda de alguien extraviado, ya que, después de todo, en esa época estaba con vencido que las malas noticias siempre serían las primeras en llegar. Pero, ¿cómo hallarla?
Perdida, esa palabra me persiguió. ¿Dónde se había metido Magdalena?, ¿estaba perdida física, sicológicamente o ambas? La verdad es que nunca pensé que la inhumana respuesta de una máquina desataría en mí tanta inquietud ni jamás sopesé el real significado que tan solo una palabra podría cobrar.
Recorrí todos nuestros lugares de encuentro. Desde pizzerías hasta cines, desde bares a moteles. Ningún rastro de ella. Luego, cuando la bendita fortuna golpeó mi puerta y obtuve un suculento premio por un cuento, que relataba lo que me estaba pasando, gasté todo mi dinero en buscarla por todos lados, pero no encontré nada, ninguna señal, nadie había oído su nombre.
Al regresar a Chile contacté a su familia, a pesar de que sabía las fuertes desavenencias que tenían. Y tal como lo imaginé, su madre no tenía idea y tampoco le importaba saber su paradero, mientras que su padre estaba internado por alcoholismo desde hacía un año.
“Siempre está borracho, lo odio, es repugnante, ojalá se muera de una buena vez”, decía Magdalena cada vez que hablábamos sobre su familia. Era hija única, pues para sus padres siempre había sido un infortunio; un desagradable accidente.
Así me pasé la vida, buscando a Magdalena, hasta hoy, ya viejo. Todo giró súbitamente cuando una tarde de otoño extrañamente golpearon la puerta, y yo cada sábado lo paso solo, leyendo y tomando una buena siesta. Estoy muy cansado.
El cartero me entregó un sobre cuyo remitente decía simplemente Magdalena, omitiendo su procedencia; tampoco contaba con una estampilla.
Apoyado en el dorado mango de mi bastón de roble, caminé cansinamente hacia mi refugio, el escritorio de mi estudio; mi mundo. Antes de abrir la carta, miré detenidamente la única foto que conservaba de Magdalena. Hoy ya el tiempo la destiño, del color de la juventud, pasó al cepia de la vejez, pero aún se apreciaba cuán bella lucía, con el pelo desordenado, por las manos juguetonas del viento, con esa sonrisa tan genuina que me emocionó hasta las lágrimas. Sequé cada surco de las arrugas que hoy pueblan mi rostro. Mientras que Magdalena me observaba fijamente desde un pasado ya perdido.
Lentamente comencé a abrir la carta, la abrí cuidadosamente y me topé con una bella letra manuscrita, pero el papel me arrojó el peor de los mensajes.
“Amor, te extraño. ¿Dónde estoy?“
Ya no la busqué más, pues supe que, a pesar y después de todo, siempre estuvimos juntos, ambos pasamos nuestras vidas completamente perdidos.
7 comentarios:
Curioso cuento. Me ha dejado con una preocupación metafísica que prefiero adormecer a estas horas.
Abrazos.
disfruté leerte
un beso
Soledad
hermoso
perdoname que deje ste comentario aui, no espara vos, es para la duena del blog a pesar de mi, que cometio un tremnend error al dejar comentarios seductores y malintencionados en el blog qy e tenenmos con mi novio, incitandolo a mantener mensajeria oculta a mis ojos. Como respondimos, borra sistematicamente lo que le dejamos de su blog
Esto solo muestra que tiene el culo sucio y cosas que ocultar
anda seduciendo por internet a hom bres y luego saca los comentarios de queja que se le dejan por su actitud.
Si no me crees ,fijate que ahora solo deja que se le escriba , pero no que se suban al instante coo antes, eso es para poder borrar los que le dejamos.
Me veo obligada a hacer esto, para que alguien que la lee y le postea cosas sepa que clase de mujer es y lo que hace fuera de su a,bito.
Mil disculpas por esto. SOLO QUE ELA BORRA TODO LO QUE NO QUIERE VER, PERO SI SEMETE CON LA GNETE.nUEVAMENTE PERDON POR ESTO
aCÁ DEJO LO QUE LE SUBIMOS Y ELLA BORRA SISTEMATICAMENTE.
cUIDADO CON ESTA MUJER, ES UNA BASURA!
por que volver a borrar el comentario que deje en tu blog?
Si no queres devolución de comentarios no andes dejando sospechas e invitaciones de jhacer cosas por detras de sus novias a personas que solo escriben en blogs.
Si lo borras cada vez que ko escribo, seguro que ees para que nadie de tus lectores sospeche que sos una perra y una mujer de vida promiscua fuera de tu espacio provocando a parejas que tienen conflictos , metiendote en el medio con comentarios estupidos.
No se hace eso.
No se tira la piedra y se esconde la mano. Hay que ser adulto, si uno hace algo, debe bancarse las consecuencias de su accionar.
14 de diciembre de 2007 21:31
Azul Alejandra dijo...
Disculpame nuevamente porque para responderle aestamujer que por alguna razon que no quiere que se sepa quita la opcion a comentario,y deja algo para mi sin posibilidad de defensa use tue spacio.
Qué sospechoso lo que hace no?
Se ve que estaba acostumbrada y nunca se topo cn alguien que la pondria en su lugar.
Muy cobarde su actitud. POR ALGO NO QUIERE QUE NADIE LEA LO QUE DEJO!
eSTO ES PARA ELLA:
si tu actitud hubiera sido tan inocente, no veo motivo alguno pra que borraras en repetidisimas ocasiones las acalarciones inocentes que dejé osteadas en tu blog.
Esto que haces, de supriimir mi palabra y solamente dejar expresada la tuya muestra que si habia mucho que ocultar, y que no quer;ias que nadie leyera lo que opino.
Alguien que no teme pr su conducta no borra los post en respuesta a los que ella deja haciendose la Vam por ahi.
Nadie hubiera escrito en los lugares de tus amigos, si vos no hubieras borrado tantas veces, lo que no querias que nadie viera.
Por algo lo debes haber hecho no te parece?
15 de diciembre de 2007 8:00
Azul alejandra,
No entiendo absolutamente nada. Les ruego que, si no quieren hablar sobre lo escrito, simplemente no se metan en mi blog. Esto es desconcertante y molesto.
Excelente relato, Cristián!
Juegas hábilmente con la situación logrando interesar y entretener al lector.
Un abrazo
Pilar
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