
Borges dijo: “Pensé que podría recordar mi niñez cuando por primera vez llegué a Buenos Aires, pero ahora sé que no puedo, porque creo que si recuerdo algo, por ejemplo, si hoy recuerdo algo de esta mañana, obtengo una imagen de lo que vi esta mañana. Pero si esta noche recuerdo algo de esta mañana, lo que entonces recuerdo no es la primera imagen, sino la primera imagen de la memoria. Así que en realidad no tengo en absoluto recuerdos ni imágenes sobre mi niñez, sobre mi juventud” y luego añadió: “Intento no pensar en cosas pasadas porque si lo hago, sé que lo estoy haciendo sobre recuerdos, no sobre las primeras imágenes. Y eso me pone triste. Me entristece pensar que tal vez no tengamos recuerdos verdaderos de nuestra juventud.”
¿Qué se le podría decir a Borges en este caso?, acaso ¿Es posible refutar al ciego maestro argentino? Hablaré desde mi impresión: En sueños siempre regreso a mi cuna, al lugar donde transcurrió mi infancia, sitio que, curiosa e irónicamente, hoy se encuentra ad portas de desaparecer. Chuquicamata, lugar del que en otra oportunidad me referiré.
Recuerdo un cuento en el que Cortázar describía un fugaz pero intenso flirteo que tuvo el personaje principal en el metro, ¿de París o Buenos Aires?, ya lo saben, la memoria es frágil. Pero en él describía cómo, mediante el reflejo de las ventanas y en la oscuridad entre estaciones, se encontraban su mirada con la de una mujer preciosa y, al mismo tiempo, llamativa; enigmática. ¿Habrá sido la maga de rayuela?, en fin…Ese amor fugaz, que no fue respondido y que, al contrario, sino me falla nuevamente la memoria, se esfuma cuando ella se baja del vagón, se relaciona mucho con lo que pasa. Bueno, qué pasa. Ocurre que, como ya lo he manifestado, la ironía está realmente tomando una fuerte presencia, casi como un virus, y se transporta de tópico en tópico. Hoy, una vez que leí esta cita de Borges, un de los más grandes irónicos (junto a Cervantes), sentí que todo es falso, nada es 100% real, y lo que hacemos no es más que una excusa para darle sentido a la ironía. Saramago es uno de los escritores que, actualmente, trabaja en sus novelas la ironía con mayor éxito, de hecho le valió el Nóbel.
Recuerdo que leí - creo fue Rilke o Enrique Lihn quien lo dijo- que “la infancia es la patria”, es decir que no hay límites territoriales, banderas ni colores que nos identifique tanto como nuestra niñez. Pues de ser así, cosa que no dudé jamás antes de esta mañana, al leer al ciego de Borges, mi patria ha sido brutalmente trastocada por lo selectiva que es la memoria. Irónico es entonces pensar que mi patria se plasma en las imágenes que tengo de mi querido Chuquicamata. Ahora ya no sé si realmente fue tan querido, no sé realmente si mis recuerdos son reales. Si hoy soy quien soy o el que creo ser, estimo que se debe, en gran medida, a que he podido obviar, y, de cierta forma, ignorar mi mala memoria. Sólo una respuesta me calza para justificar que hoy viva con el sentimiento de que mi patria fue mi infancia y su escenario Chuquicamata, pues sé que, depuse de todo, al ser la memoria una ironía más, es real; pues como parafraseando Enrique Vila-Matas “detrás de cada ironía, se esconde la más grande de las verdades”.
¿Qué se le podría decir a Borges en este caso?, acaso ¿Es posible refutar al ciego maestro argentino? Hablaré desde mi impresión: En sueños siempre regreso a mi cuna, al lugar donde transcurrió mi infancia, sitio que, curiosa e irónicamente, hoy se encuentra ad portas de desaparecer. Chuquicamata, lugar del que en otra oportunidad me referiré.
Recuerdo un cuento en el que Cortázar describía un fugaz pero intenso flirteo que tuvo el personaje principal en el metro, ¿de París o Buenos Aires?, ya lo saben, la memoria es frágil. Pero en él describía cómo, mediante el reflejo de las ventanas y en la oscuridad entre estaciones, se encontraban su mirada con la de una mujer preciosa y, al mismo tiempo, llamativa; enigmática. ¿Habrá sido la maga de rayuela?, en fin…Ese amor fugaz, que no fue respondido y que, al contrario, sino me falla nuevamente la memoria, se esfuma cuando ella se baja del vagón, se relaciona mucho con lo que pasa. Bueno, qué pasa. Ocurre que, como ya lo he manifestado, la ironía está realmente tomando una fuerte presencia, casi como un virus, y se transporta de tópico en tópico. Hoy, una vez que leí esta cita de Borges, un de los más grandes irónicos (junto a Cervantes), sentí que todo es falso, nada es 100% real, y lo que hacemos no es más que una excusa para darle sentido a la ironía. Saramago es uno de los escritores que, actualmente, trabaja en sus novelas la ironía con mayor éxito, de hecho le valió el Nóbel.
Recuerdo que leí - creo fue Rilke o Enrique Lihn quien lo dijo- que “la infancia es la patria”, es decir que no hay límites territoriales, banderas ni colores que nos identifique tanto como nuestra niñez. Pues de ser así, cosa que no dudé jamás antes de esta mañana, al leer al ciego de Borges, mi patria ha sido brutalmente trastocada por lo selectiva que es la memoria. Irónico es entonces pensar que mi patria se plasma en las imágenes que tengo de mi querido Chuquicamata. Ahora ya no sé si realmente fue tan querido, no sé realmente si mis recuerdos son reales. Si hoy soy quien soy o el que creo ser, estimo que se debe, en gran medida, a que he podido obviar, y, de cierta forma, ignorar mi mala memoria. Sólo una respuesta me calza para justificar que hoy viva con el sentimiento de que mi patria fue mi infancia y su escenario Chuquicamata, pues sé que, depuse de todo, al ser la memoria una ironía más, es real; pues como parafraseando Enrique Vila-Matas “detrás de cada ironía, se esconde la más grande de las verdades”.
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